Ese
es el tiempo que duraba cada día el trayecto de ascensor que disfrutaba con mi
vecina.
Volvía
con mi vecina, que vivía en la puerta de enfrente de mi mismo rellano, de dejar
a los niños en el colegio, los dos teníamos un par de chavales de la misma edad,
y era algo que hacíamos casi todos los días laborables.
—Es
una pena que una obra de arte como tú —solté de sopetón—, tenga una sola
persona que la disfrute.
Me
había costado tres meses atreverme a decir esa frase, y era lo mejor que se me
había ocurrido, no soy muy creativo, lo sé, pero quería mostrar mi interés sin
ser grosero, y que tuviera la oportunidad de ignorarme o interpretarlo de otra
manera.
—Será
que no me miras todo lo que quieres, que me pegas cada repaso con los ojos… ¿Te
piensas que no me doy cuenta?