—Señorita Pérez, tal como habíamos acordado,
aquí le entrego el último pago. Ha sido un placer contar con su colaboración.
Sepa que ha hecho una aportación enorme a la ciencia. De hecho, nos hemos
permitido añadir una cantidad extra como gratificación, por su entrega y talante.
Sonia recogió el abultado sobre, mirando a los
ojos del hombre de unos cuarenta años que se lo entregaba. Había estado un mes
viendo esas gafas de pasta negra desde todos los ángulos posibles. Lo había
apodado «Osito», por la cantidad de vello que cubría todo su cuerpo. Lo abrió
levemente y sonrió al ver su contenido. La propina era muy generosa, casi
igualaba por sí misma al total pactado.
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