La frase del día

sábado, 29 de septiembre de 2012

...del amor. La máquina


—Señorita Pérez, tal como habíamos acordado, aquí le entrego el último pago. Ha sido un placer contar con su colaboración. Sepa que ha hecho una aportación enorme a la ciencia. De hecho, nos hemos permitido añadir una cantidad extra como gratificación, por su entrega y talante.

Sonia recogió el abultado sobre, mirando a los ojos del hombre de unos cuarenta años que se lo entregaba. Había estado un mes viendo esas gafas de pasta negra desde todos los ángulos posibles. Lo había apodado «Osito», por la cantidad de vello que cubría todo su cuerpo. Lo abrió levemente y sonrió al ver su contenido. La propina era muy generosa, casi igualaba por sí misma al total pactado.

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domingo, 16 de septiembre de 2012

-Manolo el pegajoso





Todos los personajes de este relato son ficticios. Tranquilo Pepe, te he cambiado el nombre y no te reconocerá nadie.

Me oculto entre las sombras. Totalmente vestido de negro me deslizo, de forma invisible, con la espalda pegada a la pared. Las botas de goma amortiguan mis pasos sobre los adoquines. El oscuro betún en el rostro evita los reflejos indeseados.  La gruesa lana me protege del gélido viento. Las farolas más cercanas fueron inutilizadas el día anterior con hábiles  pedradas. Los bribonzuelos que contraté para el trabajo no podían creer que  les pagaran por hacer lo que más les gustaba. De la mochila extraigo un garfio  de tres puntas recubierto de poliuretano. Verifico la cuerda y sonrío, todo está perfecto. En un movimiento circular ensayado hasta la saciedad, hago girar el gancho que silba mientras adquiere velocidad. Al soltar la cuerda en el momento preciso, el conjunto se eleva formando una parábola que sobrepasa el tejado de la casa. Aterriza con un sonido sordo. Tiro suavemente de la cuerda hasta que noto resistencia. Hago un par de movimientos bruscos y fuertes para asegurar que el anclaje es firme. Escalo silenciosamente y con mucho esfuerzo la pared hasta llegar a la ventana del piso superior. Tan solo he tirado una pequeña maceta que se ha estrellado sordamente  contra el suelo.